
Antes de presentarse ante el mundo desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el nuevo Papa atraviesa un espacio cargado de simbolismo: la Sala de las Lágrimas. Este pequeño recinto, ubicado junto a la Capilla Sixtina, recibe su nombre por las emociones que embargan a quien ha sido recién elegido como líder de la Iglesia católica.
Es allí, en un momento de soledad y recogimiento, donde el Pontífice se reviste por primera vez con las vestiduras papales y, según la tradición, muchos han derramado lágrimas al comprender el peso espiritual y humano del encargo que acaban de recibir.