En la tradición del Día de Muertos, se considera esencial honrar a nuestros seres queridos con una ofrenda. Sin embargo, existe una leyenda conmovedora que relata las consecuencias de no seguir esta costumbre. La historia se centra en un hombre llamado Felipe, quien, escéptico sobre la celebración, decide ignorar la importancia de erigir un altar.
A medida que se acerca el Día de Muertos, Felipe observa a su familia y vecinos prepararse con entusiasmo, mientras su esposa, Hortensia, lucha por conseguir dinero para comprar los elementos necesarios. Al final, solo puede reunir fondos para unas velas, dejando su ofrenda incompleta. La noche del 31 de octubre, Felipe, en lugar de honrar a sus difuntos, se embriaga con amigos y desprecia la tradición.
Al caer la noche, Felipe se queda dormido en el monte y es despertado por murmullos. Sorprendido, ve a sus padres fallecidos y conocidos regresando al pueblo, pero sus padres solo llevan carbón y lucen tristes. Al darse cuenta de que no les preparó una ofrenda, Felipe se llena de arrepentimiento. Corre a su casa para llevarles comida, pero ya es demasiado tarde: sus padres han regresado al más allá.
La leyenda concluye con el hallazgo del cuerpo de Felipe al día siguiente, con un rostro marcado por el dolor y un itacate en las manos. Se dice que quienes olvidan honrar a sus seres queridos pierden su protección y quedan vulnerables a entidades malignas. Por ello, se hace un llamado a mantener viva la tradición de colocar cada año una ofrenda, recordando que nuestros difuntos merecen ser honrados.