Además de la angustia de la guerra, las mujeres en Gaza deben lidiar con el estrés adicional de la menstruación, obligadas a utilizar pañales o trozos de tela y enfrentándose a condiciones humillantes e infecciones.
El territorio palestino sufre una escasez de alimento, agua y productos sanitarios, con el desplazamiento de 80 por ciento de sus 2.4 millones de habitantes por el conflicto entre Israel y Hamas.
“Corto la ropa de mis hijos o cualquier trozo de tela que encuentro y lo uso de toalla sanitaria”, explica Hala Ataya, de 25 años, en la ciudad sureña de Rafah, a donde muchos han huido.
“Me baño apenas cada dos semanas”, agrega.
Forzada a dejar su casa en el campo de refugiados de Jabaliya, en el norte de Gaza, se instaló en una escuela administrada por la ONU donde comparte inodoro y ducha con cientos de personas.
El hedor es nauseabundo en el inodoro, lleno de moscas.
Las calles de Rafah, una ciudad contigua a la frontera con Egipto, han sido transformadas en letrinas a cielo abierto.