El 5 de noviembre, Estados Unidos no solo elegirá a su próximo presidente, sino que también decidirá el futuro de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Este resultado será crucial para determinar si el nuevo presidente, ya sea la demócrata Kamala Harris o el republicano Donald Trump, podrá implementar su agenda sin obstáculos o enfrentará resistencia legislativa.
Actualmente, los republicanos controlan la Cámara Baja con 220 escaños, mientras que los demócratas tienen la mayoría en el Senado con 47 senadores y el apoyo de cuatro independientes. La polarización política ha llevado a un estancamiento en el Congreso, donde la cooperación entre partidos es esencial para que el presidente logre llevar a cabo sus iniciativas.
Según sondeos de FiveThirtyEight, aunque el 46.5% de los votantes se inclinan por los demócratas, la ventaja sobre los republicanos es mínima. A pesar de ello, los demócratas están liderando en movilización y recaudación de fondos, con más de 548 millones de dólares recaudados frente a 489 millones de los republicanos. Sin embargo, encuestas recientes sugieren que podría haber un cambio de poder inédito en ambas cámaras del Congreso.
Los demócratas necesitan ganar solo cuatro escaños más para retomar el control de la Cámara de Representantes, con especial atención en distritos competitivos en California y otros estados clave. Por su parte, los republicanos en el Senado solo requieren una ganancia para consolidar su control, dependiendo de quién ocupe la Vicepresidencia. La participación del voto latino será un factor determinante en estas elecciones, subrayando la importancia de la movilización electoral en un clima de creciente polarización.