La celebración del Día Nacional de España, el 12 de octubre, estuvo marcada por una serie de abucheos dirigidos al presidente Pedro Sánchez, en un contexto de fuertes divisiones políticas. El desfile militar, encabezado por el rey Felipe VI, se desarrolló bajo una intensa lluvia y fue testigo de protestas que reflejan el descontento de algunos sectores de la población, así como un enfoque de orgullo por el pasado colonial por parte de varios líderes políticos.
A pesar de las medidas tomadas para minimizar el impacto de las protestas, el presidente Sánchez recibió insultos durante su aparición. La situación fue tensa, especialmente ante la falta de disculpas públicas por parte del gobierno o la Casa Real en relación con el genocidio de la época colonial. Este año, el presidente de Cataluña, Salvador Illa, rompió con la tradición al asistir a la celebración, mientras que el País Vasco optó por no participar.
Desde las redes sociales, los líderes políticos expresaron sus posturas, pero el gobierno no hizo gestos hacia las demandas de perdón por los abusos históricos. En contraste, Sánchez subrayó la diversidad y cultura de España, mientras que los líderes de la derecha, como Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, enarbolaron un discurso de orgullo por el legado colonial, destacando la relación con Hispanoamérica.
La postura de Podemos, un partido de izquierda, se alzó contra la celebración, exigiendo un cambio de enfoque en la conmemoración del 12 de octubre. Su vocera, María Teresa Pérez, argumentó que es hora de reconocer el genocidio que representa esta fecha y propuso que se reemplace por un día de reflexión y disculpa. Esta polarización refleja las tensiones actuales en la sociedad española sobre su historia y su identidad nacional.