Veinte kilos de fideos parecían hace una semana suficientes para alimentar a las decenas de familias que se acercaban al comedor popular Sal de Tierra en Villa Fiorito, un barrio pobre en los suburbios de Buenos Aires acuciado por la crisis económica que castiga a Argentina.
Sin embargo, con una inflación mensual que supera 20 por ciento mensual, el número de argentinos que padece hambre se ha disparado y el comedor, que subsiste principalmente gracias al trabajo voluntario y aportes privados, debió preparar 30 kilos de fideos esta semana.
“Arrancamos (hace meses) con 20 familias y hoy ya son como 70 familias que vienen a buscar la comida. Cada vez hay más escasez, cada vez hay más hambre”, dijo a Reuters María Torres, una cocinera voluntaria de Sal de Tierra que se encuentra sin trabajo formal.
“La situación económica de la gente es que si hoy no va a un comedor no come, porque es la realidad que estamos viviendo hoy, la gente no come”, añadió. La inflación, que alcanzó 211 por ciento en 2023, se duplicó en diciembre tras la asunción del presidente ultraliberal Javier Milei, quien devaluó el peso doméstico, redujo subsidios públicos y liberó algunos precios regulados de la economía argentina