El paciente rico con insuficiencia renal se vuelve pobre y el que es pobre se muere. Eso es lo que pasaba con las personas sin seguridad social en Acapulco, Guerrero, y otros lugares, donde nunca antes ha habido el servicio médico gratuito. En esta ciudad, la primera clínica pública se pudo instalar casi de milagro, pues sólo había un edificio en obra negra en el Hospital General Renacimiento y una licenciada en enfermería, Araceli Ruiz, quien en 2016 estudió la especialidad de nefrología en la Ciudad de México.
Lo hizo, aunque sabía que en el puerto no podría poner en práctica su formación. Ella y otras dos compañeras se entrenaron en el Hospital General de México Eduardo Liceaga. Regresaron a Acapulco, de donde son originarias. Tenía demasiada información y una necesidad enorme de compartir sus conocimientos, recuerda Araceli, quien tuvo la idea de crear un diplomado con el aval de la Universidad Autónoma de Guerrero. Impartieron el primer curso en 2018.
En eso estaba cuando en 2021 el gobierno federal, a través del ya extinto Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) planteó ofrecer el servicio de hemodiálisis a pacientes con insuficiencia renal crónica. Éramos las únicas con conocimientos del área, recuerda.
La buscaron para formar parte del proyecto. A diario se reunía con funcionarios federales y “me preguntaban ‘¿qué necesitas, cuáles son los insumos, qué máquinas, dónde se ponen las cosas?’, todo”, y luego se preguntaron sobre qué personal se requería.
Araceli dio la respuesta de inmediato: No se preocupen. ya lo tengo. En ese momento las autoridades se enteraron de la existencia del diplomado, del cual para entonces ya habían egresado alrededor de 200 enfermeros nefrólogos. Aparte, el Insabi se encargó de contratar a dos médicos especialistas en la materia.
La especialista comentó que empezaron con cinco pacientes y en sólo dos meses ya atendían a más de 70. Hasta hace unos días, la unidad contaba con 89 personas activas, es decir, que acuden regularmente a sus citas, lo que no es fácil porque varias vienen de municipios alejados y deben ir tres veces a la semana.
Esa unidad es de las más grandes del país. Tiene 20 máquinas que funcionan seis días de la semana en tres turnos (el domingo se hace una limpieza exhaustiva del área) y no nos damos abasto, comenta, pues falta personal.