Un sismo de magnitud 7,7 sacudió Myanmar el viernes, dejando un saldo devastador de al menos 1.644 muertos y más de 3.400 heridos, según los últimos informes del gobierno militar. La cifra de fallecidos aumentó drásticamente tras la recuperación de más cuerpos entre los escombros en Mandalay y Naipyidó, las principales ciudades afectadas.
Las labores de rescate continúan, pero las dificultades se incrementan debido a los daños en las infraestructuras, incluyendo aeropuertos, puentes y carreteras. La situación se complica aún más por la guerra civil que azota el país, lo que dificulta el acceso a las zonas más afectadas. Además, la falta de comunicación y los cortes en servicios básicos como electricidad e internet en la capital agravan la crisis humanitaria.
El terremoto, cuyo epicentro estuvo cerca de Mandalay, también provocó réplicas significativas, incluidas una de magnitud 6,4. A pesar de los esfuerzos internacionales para enviar ayuda, la inseguridad y la inestabilidad del país continúan siendo grandes obstáculos en el proceso de recuperación.