El aguacate, el crimen organizado y la tala irracional están terminando con los bosques del sur y suroeste de Jalisco. La sentencia de muerte se dio el 28 de julio del 2022, cuando Estados Unidos abrió sus fronteras al aguacate jalisciense.
Todos los días y a todas horas, cientos de árboles, en su mayoría pinos que superan los 250 años de vida, son talados para dar paso a las huertas de aguacate, cuyo mantenimiento requiere miles de litros de agua.
A lo largo de la carretera que conecta Ciudad Guzmán con el municipio de San Gabriel, se pueden observar grandes secciones sin árboles dentro del bosque, así como cerros destruidos con maquinaria para sembrar aguacate.
“Muchos ejidatarios tenían sus parcelas donde producían o sembraban maíz, pero ahorita todas esas parcelas tienen plantíos de aguacate, o sea, el oro verde que le llaman, sin embargo, están dándole duro a la explotación del pino, principalmente, entonces es un doble beneficio, pero desde el punto de vista ecológico lo único que están haciendo es atentar contra el medio ambiente pues les ganó la ambición por el dinero”, narró un ejidatario cuyo nombre se mantendrá bajo reserva por cuestiones de seguridad.
En los últimos 10 años se han talado 44 mil 773 hectáreas de bosque en los 12 municipios que integran la zona sur de Jalisco, para dar paso al aguacate. De acuerdo con datos de la Universidad de Guadalajara, esto equivale a la destrucción de 65 bosques de Chapultepec, cuya dimensión es de 686.05 hectáreas.
De acuerdo con la máxima casa de estudios de Jalisco, en una década se han plantado siete mil 775 hectáreas de aguacate.
A esto se suman los cientos de pozos irregulares cavados, la mayoría de forma irregular, a distancias cada vez más profundas porque los ríos subterráneos se están secando.
Zapotlán el Grande, es uno de los municipios más grandes de Jalisco. Actualmente alberga casi un centenar de huertas de aguacate, casi todas asentadas en las faldas del volcán de Colima.