En la avenida Rivero Gutiérrez, frente al emblemático Parían, se encuentra una rampa cuya condición deteriorada genera confusión y preocupación entre los transeúntes. La estructura, desgastada y aparentemente olvidada, plantea dudas sobre su propósito, ya que no queda claro si fue diseñada originalmente para personas con discapacidad o simplemente forma parte de la infraestructura urbana descuidada. Este estado de abandono no solo afecta la estética del lugar, sino que también pone en riesgo a quienes intentan utilizarla.
En contraste, al otro extremo de la misma avenida, se encuentra una rampa en óptimas condiciones. Esta rampa, perfectamente ubicada en el cruce peatonal, refleja un diseño consciente y accesible, pensado claramente para facilitar la movilidad de personas con discapacidad. Esta disparidad entre ambas estructuras evidencia la necesidad de una atención integral y equitativa por parte de las autoridades responsables.
Es imperativo que se tomen medidas inmediatas para evaluar y mejorar las condiciones de ambas rampas. No basta con mantener una en buen estado; todas las rampas deben cumplir con los estándares de accesibilidad, garantizando la seguridad y comodidad de todos los ciudadanos, en especial de aquellos que más dependen de una infraestructura inclusiva. La accesibilidad no es un lujo, sino un derecho fundamental que debe ser respetado y promovido en todos los espacios públicos.
