Con su arma automática colgada al hombro, Jimmy Barbecue Chérizier, un ex policía a quien le gusta presentarse como un revolucionario, encabeza una de las pandillas más poderosas de Haití, que no duda en atacar infraestructuras clave y pedir la cabeza de las élites.
El líder de la alianza de bandas Familia G9 es una de las figuras públicas que está detrás de la escalada de violencia de los últimos días en el país caribeño, devastado por una crisis de seguridad, humanitaria y política.
Los grupos armados de Haití, que suelen estar divididos y luchan por extender sus territorios respectivos, anunciaron la semana pasada que unían sus fuerzas contra el gobierno. Desde entonces han atacado lugares estratégicos como aeropuertos, academias de policía y cárceles, de las que se han fugado miles de detenidos.
“No se trata de que un pequeño grupo de ricos que viven en grandes hoteles decidan el destino de los habitantes de los barrios populares”, declaró Chérizier el martes ante la prensa, rodeado de encapuchados.
“Debemos unirnos. O Haití se convierte en un paraíso para todos o en un infierno para todos”, añadió este expolicía de 46 años, que amenazó con una “guerra civil” si el primer ministro Ariel Henry no dimite.