El expresidente Donald Trump defendió firmemente su riqueza y sus negocios el lunes 6 de noviembre, enfrascándose en un forcejeo desde el estrado con el juez que preside su juicio civil por fraude y denunciando que una demanda que lo acusa de inflar drásticamente su patrimonio es una “cacería de brujas política”.
El largamente esperado testimonio de Trump sobre la valuación de sus propiedades y estados financieros estuvo repleto de ataques personales hacia el juez Arthur Engoron, que, según dijo el exmandatario, tiene algo en su contra, y hacia la fiscal general de Nueva York, Letitia James, a la que se refirió como una “política de poca monta”. Se jactó de su negocio de bienes raíces –“valgo miles de millones de dólares más que los estados financieros”- y refutó las afirmaciones de que engañó a bancos y aseguradoras.
“Esto es lo opuesto a un fraude”, declaró. Al referirse a James, cuya oficina interpuso la demanda, subrayó: “Ella es el fraude”.
Los enconados intercambios y las frecuentes amonestaciones del juez pusieron de relieve la poca disposición de Trump para adaptar su famoso estilo retórico espontáneo al ambiente formal de un tribunal regido por las reglas de la evidencia y el protocolo legal.
Aunque su presencia en el estrado fue un claro recordatorio de los problemas jurídicos que enfrenta mientras intenta volver a la Casa Blanca en 2024, también sirvió como una plataforma de campaña para que el expresidente y favorito entre los aspirantes a la candidatura presidencial republicana pudiera volver a plantearles a sus simpatizantes el escenario de ser víctima de una persecución política a manos de los abogados y jueces del gobierno.
“La gente está harta de lo que está sucediendo. Creo que éste es un día muy triste para Estados Unidos”, dijo Trump a los reporteros reunidos afuera de la sala luego de su testimonio de casi tres horas y media.