Las olas de calor que se presentaron en julio alimentaron severos incendios forestales, con graves perjuicios ecológicos en ambas orillas del Mediterráneo, sin que hayan tenido éxito los esfuerzos por apagar las llamas, mientras la Organización Meteorológica Mundial (OMM) alerta sobre las temperaturas globales que se están registrando.
Italia y Grecia son los dos países del sur de Europa más afectados, además de Croacia, Turquía, Francia y Túnez. En todos ellos el fuego arrasó miles de hectáreas, aunque, desde el punto de vista humano, la peor tragedia la sufrió el norte de África, donde murieron 34 personas en la región de Cabilia (Argelia).
Que los medios de extinción tengan una influencia “decisiva” para interrumpir el avance del fuego cuando hay muchos frentes abiertos a la vez es “muy difícil”, según explica el ingeniero español Martín Perea, director del máster en Energías Renovables de la Universidad Europea.
El problema, además, “se está autoagravando” debido al dióxido de carbono que se desprende en los incendios y que “provoca que se acentúe el efecto invernadero“, advierte el experto.
La isla italiana de Sicilia registró más de 300 incendios arropados por temperaturas por encima de los 45 grados, que calcinaron cerca de un millar de hectáreas y dejan daños materiales millonarios en la zona de Messina y de Palermo.